Todavía no se ha emitido un solo voto en el proceso para seleccionar al candidato demócrata a la presidencia, pero ya empezó a separarse el grano de la paja.
Un pequeño lote de candidatos está tomando distancia de los demás en las encuestas y en la recaudación de fondos.
Si bien faltan más de seis meses para la primera votación en Iowa, reglas cada vez más estrictas para los debates y problemas de fondos hacen pensar que varias campañas ya no estarán funcionando el año que viene.
Cinco candidatos se despegaron del resto: Joe Biden, Bernie Sanders, Elizabeth Warren, Kamala Harris y Pete Buttigieg.
Biden encabeza desde un comienzo las encuestas y los otros han estado intercambiando posiciones detrás suyo. A la mayoría de los candidatos restantes les cuesta llegar al 2% de las preferencias en las últimas encuestas.
El dinero fluye de manera desproporcionada a esos cinco candidatos. Buttigieg, alcalde de South Bend, Indiana, recaudó $24.8 millones en el segundo trimestre, más que Amy Klobuchar, Cory Booker, Kirsten Gillibrand y Michael Bennet juntos.
“Se están definiendo los probables, los improbables y los posibles”, dijo Sue Dvorsky, ex presidente del Partido Demócrata de Iowa.
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Por más de que haya una idea más clara de cuáles son los candidatos con más posibilidades, persisten los interrogantes en torno a la dirección que tomará el partido, cuya prioridad es postular a la figura que más posibilidades tenga de derrotar a Donald Trump.
El grupo de arriba incluye a moderados y progresistas, el aspirante de mayor edad de la contienda y el más joven, y a una candidata negra.
Tampoco está clara la capacidad de sobrellevar una contienda larga de todos estos candidatos.
La delantera de Biden parece frágil y todo lo que hizo a lo largo de una carrera política de décadas será examinado una y otra vez.
Hay dudas acerca de si Harris puede sostener sus explosiones de dinamismo. Buttigieg tiene problemas con el voto negro, vital en el Partido Demócrata.
Y muchos se preguntan si Sanders y Warren, los más progresistas de todos, están en condiciones de ganar las elecciones generales.
“El otoño (los últimos tres meses del año en el hemisferio norte) es cuando esto se pone serio”, dijo Jim Demers, partidario de Booker. “Ahí es cuando se verá quienes son de verdad y quienes no”.
Todos los candidatos de arriba parecen tener asegurada su permanencia en el proceso hasta que los votantes empiecen a analizar más seriamente la contienda.
Pero no se puede decir lo mismo de los que están abajo en la intención de voto.
John Hickenlooper ya casi no recauda fondos y le quedan menos de un millón de dólares en sus arcas.
Tim Ryan recaudó apenas $899,000 en el segundo trimestre, mucho menos de lo que necesita para mantener un aparato electoral en los primeros estados donde habrá votaciones.
Otros candidatos están recién empezando a armar operaciones.
Booker agregó hace poco 19 organizadores pagados en Nevada y Carolina del Sur y tiene uno de los equipos más grandes en los primeros estados, una estrategia costosa con la que tratará de explotar cualquier resquicio que se le presente para hacer olas.
La campaña de Gillibrand espera tener 35 personas con sueldo hacia fin de mes en Iowa y cerca de 20 en New Hampshire.
En privado, no obstante, algunos colaboradores de Gillibrand dicen sentirse frustrados porque su candidatura no despega y contemplan pasarse a otras campañas, según una persona al tanto de la operación.
También hay mucha ansiedad en la campaña de Beto O’Rourke, de acuerdo con un dirigente demócrata que conoce su operación.
Ambos informantes hablaron a condición de no ser identificados porque no estaban autorizados a hacer comentarios sobre las campañas.
El reto que tienen por delante Gillibrand y O’Rourke es grande. Gillibrand gastó $4.2 millones en el segundo trimestre a pesar de haber recaudado solo $2.2 millones.
Todavía tiene $8.2 millones para mantenerse a flote, pero ello se debe a que transfirió casi 10 millones de dólares de su campaña para el Senado. Ese dinero desaparecerá pronto si no recauda más fondos en el segundo semestre de este año.
O’Rourke gastó $1.6 millones más de los que recaudó y le quedan $5.1 millones. En el segundo trimestre recaudó $3.6 millones de dólares, la mitad de lo que acumuló en las primeras 24 horas de su campaña formal.
Gillibrand, O’Rourke y los demás candidatos rezagados tendrán una nueva oportunidad de mostrarse en la próxima ronda de debates, a fin de mes.
Si no la aprovechan, podrían tener dificultades para ser admitidos en los debates del otoño, en los que serán aceptados solo los candidatos que recibieron aportes de 130,000 donantes individuales y que tienen al menos un 2% de la intención de voto en cuatro encuestas.
O’Rourke es el único de los rezagados que tiene asegurado un lugar en ese debate, lo mismo que los cinco de arriba. Booker satisface el criterio de la intención de voto, pero no el de los donantes, por ahora.
Boyd Brown, un demócrata de Carolina del Sur que alentó a O’Rourke a que se postulase tras el susto que le dio a Tom Cruz, a quien casi arrebata su banca en el Senado por Texas, dijo que ya es hora de que “cunda el pánico” en algunas campañas.