El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha convertido la hostilidad entre razas en el núcleo de su campaña de reelección, e incluso algunos de sus críticos creen que la estrategia podría conseguirle un segundo mandato.
Todas las campañas presidenciales con éxito de la edad moderna se han construido sobre la idea de la suma, de ganar votos más allá de los seguidores más fieles.
Pero Trump ha escogido la división, con la creencia de que el polarizado país que dirige simplemente elegirá bandos en temas como la raza.
El mandatario redobló sus ataques el miércoles al atacar a cuatro jóvenes mujeres congresistas, pertenecientes a minorías étnicas, durante un mitin en Greenville, Carolina del Norte.
El público respondió coreando “¡Envíenla de vuelta!”, haciéndose eco del tuit de Trump durante el fin de semana sobre que las legisladoras -todas ellas ciudadanas estadounidenses- deberían “volver” al país del que llegaron.
“Sí creo que estoy ganando la batalla política”, dijo Trump en la Casa Blanca. “Creo que voy ganando por mucho”.
Desde la campaña de George Wallace en 1968, ningún candidato -y desde luego, ningún presidente en el cargo- ha convertido las divisiones raciales en el centro de su campaña.
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Aunque los comentarios del mandatario causaron indignación e incluso una resolución de condena en la Cámara de Representantes, el presidente y su equipo creen que la estrategia tiene más ventajas que inconvenientes.
“Al margen de si sus tuits son racistas o no _no estoy diciendo que no lo sean_, está consiguiendo que los medios conviertan a estas congresistas extremadamente progresistas, socialistas, ingenuas, en el rostro del Partido Demócrata”, señaló Terry Sullivan, crítico habitual de Trump y que dirigió la campaña del senador Marco Rubio en las primarias republicanas de 2016.
“Lo que está haciendo aquí es triste, pero es política inteligente”.
Aun así, hay riesgos en esa estrategia.
Los votantes educados de los suburbios, especialmente mujeres con formación universitaria, al igual que las minorías en estados clave como Pensilvania, Michigan y Wisconsin, ya amenazan con volverse contra el presidente republicano.
Trump cree que esta retórica incendiaria reforzará su apoyo entre la clase trabajadora blanca y atraerá a un nuevo grupo de votantes poco implicados en política y que temen los cambios culturales en el país.
Es probable que su plan encuentre dificultades considerables en esos tres estados indecisos clave, en los que ganó por un total de 78,000 votos en 2016.
Los demócratas serán mucho más agresivos apelando a las mujeres y minorías. Muchos analistas están de acuerdo en que los posibles votantes de los demócratas son muchos más, si acuden a las urnas. Trump está apostando a que no votarán.
El presidente se ha mostrado hábil para presentar una historia de héroe-villano y ahora se ha centrado en las congresistas Alexandria Ocasio-Cortez de Nueva York, Ilhan Omar de Minnesota, Ayanna Pressley de Massachusetts y Rashida Tlaib de Michigan, en lugar de en un aspirante demócrata a la presidencia.
Su desafío será ver si puede mantener ese mensaje durante los próximos 16 meses.
“El presidente no tuvo miedo de entrar en estas guerras culturales y no tiene miedo de hacerlo de nuevo. Él se plantará por nuestra bandera y en contra de las fronteras abiertas.
El patriotismo siempre ganará”, dijo Kelly Sadler, vocera de la plataforma de campaña proTrump America First Policies.
El grupo tiene previsto gastar millones de dólares el próximo año para registrar a posibles votantes de Trump en seis estados indecisos.
Alejándose de forma drástica del tono inclusivo que pidieron los líderes del Partido Republicano en 2012, los grupos responsables de elegir a los republicanos que irán en las listas de 2020 han abrazado el combativo estilo y mensaje de Trump, que ha recurrido desde hace mucho a demonizar a inmigrantes y minorías.
Las encuestadoras republicanas sugieren que el auténtico desafío del presidente serán los suburbios de Estados Unidos, donde las mujeres con formación universitaria se alejaron del partido de Trump en las elecciones de media legislatura de 2018, dando a los demócratas la mayoría en la Cámara de Representantes.
“Ya empleó el racismo y la división antes de 2018 y perdió 40 escaños en la Cámara de Representantes, incluido el centro-norte”, dijo Josh Schwerin, estratega jefe de Priorities USA, la mayor plataforma de campaña de los círculos demócratas. “Ya ha intentado esto. El país no quiere estar más dividido”.